Aunque no todos los dolores de rodilla son graves, algunas lesiones y enfermedades como la artrosis pueden ocasionar más daño si no son tratadas a tiempo. Desde un dolor de rodilla al caminar y flexionar o un dolor de rodilla por ejercicio, es muy importante consultar a un especialista que pueda orientarte con precisión sobre por qué duele la rodilla para conocer su posible solución.
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El dolor de rodilla afecta a gente de todas las edades y puede resultar de una lesión, una ruptura de ligamento o un desgarro, pero también de otras afecciones médicas, por ejemplo, la artritis, la gota y las infecciones.
Ahora, ¿a qué se debe el dolor de rodilla? Las lesiones en la rodilla tienen un origen muy variado y a veces puedes percibirlas como una molestia leve, o bien, como un dolor muy intenso que podría llegar a requerir de una intervención quirúrgica.
En algunos casos, puede surgir por un sobreuso del tejido blando que va desde la cadera hasta la rodilla (síndrome de la banda iliotibial), o bien, percibirse como un dolor muy fuerte por detrás o al lado de la rótula (esto se conoce como “rodilla de corredor”).
En otros puede tratarse de una tendinitis, es decir, la inflamación o degeneración del tendón, o de alguna causa de mayor gravedad como un daño en los ligamentos, rotura de meniscos o artritis.
Algunas señales que acompañan al dolor de rodilla y que pueden ser síntomas de un problema que requiere atención de un médico ortopedista son la inflamación, el enrojecimiento, sonidos o crujidos de la rodilla, inestabilidad o imposibilidad de estirarla completamente.
Si además de estos signos percibes hinchazón en la rodilla, ves alguna deformidad, tienes fiebre, mucho dolor, o bien, no puedes soportar tu peso, sin duda es momento de visitar a un ortopedista.
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Aunque no siempre es posible prevenir el dolor de rodilla, por ejemplo, el dolor de rodilla por ejercicio, sí existen algunas sugerencias que pueden ayudar a controlar el deterioro de las articulaciones.
Si tienes dolor de rodilla crónico o lesiones recurrentes, podrías intentar ejercicios como la natación, aqua-aeróbics u otras actividades de bajo impacto, o al menos alternarlos con tu ejercicio principal algunos días a la semana.
Fuentes: